miércoles, 5 de octubre de 2011

molino

es una tarde y no hay palabras
hace meses que no hay palabras

solo algunas letras
aveces
y un dolor como ángulo agudo
que entra por las costillas y flota a ras del molino

aspas de la idea donde
se place en la quietud del inestable
muerde su cola
y muere

sábado, 6 de agosto de 2011

a tientas

ahora es un gris como zorro desconocido. ahora es marrón la ausencia de camino y nunca se verá el árbol que plantado en el horizonte dejó su murmullo a ras del piso. no nos mataron pero igual morimos, y qué de nosotros... nada. la luz que ilumina el camino de los otros se nos ha negado. a tientas a tientas a tientas vamos a tientas.

martes, 19 de julio de 2011

tensión

y si el vacío ancla su redondez en mi hombro no hay noche ni mañana que pueda arrancarme del acantilado. nada del paso ni del canto puede arrastrar sus mangas de la suciedad y la mordida. una nube sigue llorando su canción de la muerte y mi médico cuenta los días que me quedan a raíz de los disturbios. nada de lo salobre podrá rondar mi curtiembre y no habrá más lombriz que un pez moviéndose en su lomo. no dará un paso más mi ferviente memoria. el pasado cuenta sus perlas: el silencio.

jueves, 9 de junio de 2011

Padres y los vecinos

También la tecla ancla de noche la luciérnaga. Mis vecinos inundan el escalón de silencio para que yo no duerma. Esa es la pupila que repudio.
La nube de odio que mi sangre subleva, tiene de cóndor lo que las olas de espuma y en collar y en andes, andaré empujando lo poco que de salud me queda.
Los vecinos ensanchan mi ira hasta lo inescrutable y necesito vender de mí los segundos que se esconden de sueño. Nada me desata nada me libera nada me desahoga. Collar de mis hundires el sueño de la madre, la paupérrima benevolencia del padre y los vecinos.

sábado, 4 de junio de 2011

un grito

un grito la noche o la mañana de sus mares no ha dejado huella en el esternón de la ballena. nadie contó cuantos de sus dedos no podían escribir solo no escribió. estanque estanque de la nada que aún no y no dice sus limas. no árbol no matemática del augurio solo flor instalada en el ojal equivocado o invisible de los labios. nada se dirá de este imperio corteza solo una magulladura donde el riel de la memoria no tiene tren ni baratura. hacha madre y padre en la piel de los codos y por fin kilos de amianto en las amígdalas. a veces es posible cantar cuando el llanto nos pone de rodillas.

jueves, 14 de abril de 2011

Instantánea II

Algo dice este día inundado de papeles. Una luz.
La tarde se esparce con malevolencia.
El niño ríe y aguza los sentidos.
Una madre como lámpara lo estuvo abrazando mientras el caracol se estiraba.
La tarde insiste.

Estaremos, el enano

El tiempo hunde sus botas y la noche responde transpirando. Es el agua o la luciérnaga del demiurgo que viene para anunciar el lunes.
La radio lame gorilas, alienta muertos e inventa que dice la verdad mientras su mano cuenta que de aquí o de allá saldrá la lengua de una serpiente que habremos adiestrado.
El enano no se desalienta, la televisión lo muestra esbelto y lampiño... le han depilado hasta las ingles para mejorarle el aliento. De todos modos, desde el brazo de este poeta, el enano hiede todavía como cadáver y las flores anunciadas en el culo de las que se aman y se venden, no aparecen.
Flaco concepto el de la noche donde las voces son desalojadas y echadas del mundo.
Se ensuciarán una y otra vez sin dejarse desfigurar. El enano tendrá que lamerlas o poner al gorila como cepillo para purificar su pasado.
La luna se esconde.
Ellos irán de colores...
Habrá un libro de visitas y otro de expulsiones.
¡Ah, sublime ese momento! Estaremos allí.

miércoles, 16 de marzo de 2011

El trono familiar

Ya sabés que no es indolencia.
Ya sabés que no fue ignorancia o descontento.
Dilacerada la anatomía y perdido el destino en el mareo de la terciana y el insomnio
descubrís que el trono familiar ha caído sobre tus hombros.

El futuro se abotarga en las ojeras y nadie dará hosannas por tu nombre. El peso cargado no tiene beneficios, es una mole de desaliento en cada inspiración y es hipo de hielo en los latidos.

¿Acaso es posible andar así? Cada herida abriendo un río de aguadija envenenada que irá a dar nuevamente en la misma herida o en otra de igual tenor o sabor ligeramente verde.

Sería prodigioso que las cosas fueran de otro modo.
Los tronos ajenos y
cayendo a plomo sobre nuestros cuerpos
a menudo detienen nuestro paso o nos condenan a mirar la vida sin poder hablar con ella.

martes, 22 de febrero de 2011

La ley del padre

No se puede debelar
ni construir con urbanidad
el pugnaz enojo.
Intriga verlo tan confuso y gobernando
mientras una supuesta paz merodea los signos de la libertad.

No se puede debelar
la guerra está perdida.
Una silueta de humo anida del otro lado de los codos para enmudecer nuestros calambres y preludia un son de aquí se ha vivido equivocado... mientras ronda el padre que mordió más que su manzana y fue así el quedo y lo que se trastocó del sentido.

Un ritmo de ahogo suena a vértigo, a cosa que debió haber sido y no fue, a días insolentes y de augurio amanecidos de idolatría al sol o a lo que brilla simplemente.
Una ola de aire da por nula la jerarquía y se ahondarán los silencios en la excusa definitiva del zombie que no puede convencerse de su condición. Allí también estará el padre: exclusa que nivela hacia abajo los saltos posibles y deja para mil siempres un gusto salobre en el fondo del paladar.

No se pude debelar, el ejército personal se ha retirado.
Crispados los nudillos y las uñas clavándose hasta el amanecer, no amanecerá la propia vida... oscura la ley
se cumplirá.

La parálisis

Una espoleta se acerca
hace ángulo en mi dolor y lo provoca. Ya no puede darse al silencio y en su costumbre de eremita lo enrolla mientras la explosión dispersa todo.

Esquinada ando, de nudos varios y doliente.
El mundo se me presenta como irritación y vacío; en el medio,
un amor esclavo me deja innoble.

Se me planta la ciudad como un lugar desierto del que desconozco sus reglas y mientras esto lloro asoma una felicidad frugal sobrevolando los adoquines lloviznados.
El amor esclavo sigue imperturbable y mi soga es impasible. No conoce la guerra, sólo el deshonor de rehuir al combate se implanta y el paisaje acepta el canon.

Hay días en que lucho por ser una retirante para andar tranquila en mi cilicio. Abrumada de peso y de pasado, al punto de no conocer los calendarios, y negarme al encuentro de los deudos, voy enarbolando mi silla de rezos antes de descubrir el credo... Sí, espero el bálsamo, pero lo siento a kilómetros de mi alcance, donde el aborto de mis alas lo han dejado.

Y no es sólo un dolor, así mansamente, es una urdimbre, una sutura, una herida que se desconoce pero está siempre a la vista confundiendo los términos de la ecuación. Y en sus puntos atroces amarra un muerto victorioso que me empuja y arrastra al fondo de la parálisis hasta dejarla perfecta.

Mancebía

arraigada en el ritual de los estafados y confusa
mantiene hidalguía y mugre como conducta de farol
la calle de su mirada quedó de barro hasta los ligustros
y en el silencio que ofrece al futuro
construye un alma de manceba gritando por sus lides

enlutada de luz por sus mitos
viene de todas las destrucciones con alegría de coneja
y arranca de cada suspiro una condena a muerte
la sentencia se cumple con precisión por su mano
así construye sus días de manceba
gimiendo por sus guerras en registro de esclava

sábado, 19 de febrero de 2011

Triunfante 2do

Exterminados los amores, sus labios se fueron librando de nudos para usar lo novedoso en arrugas.
El tiempo había estado pasando y nada pasaba más que las angustias del mastodonte azuzando el pasado como un diamante oscurecido por óxidos.

El tiempo había pasado. Un siglo de su piel estaba muerto y no recuperaría ni un segundo útil para renacer o recargar en algo las baterías de la alegría.
No quedaba nada. No le quedaba ni la nada de lo que había sido un llanto por lo perdido, no había de dónde agarrarse para iniciar el arco de las lágrimas.

El telón, ese reproche del mostrarse despierto, anudó sus extravíos y se perdió con las sogas que sostenían el paraíso del fantasma.
El teatro –una uña en la tierra estéril- se desvaneció para nunca más volver. Y por fin, el padre silente y capataz dio su puntada final, triunfante.

domingo, 6 de febrero de 2011

Podría ser que se hablara del placer

Vamos por el cuerpo a tentar cocodrilos
vamos por el cuerpo y vamos por las manos
si ampliamos el espectro la calle nos parecerá un lago de moho
y más allá un arco de lava lamiendo sus adoquines.

Si, podría ser que se hablara del placer
pero el olvido tiene un arco demasiado ancho como para dejarse morir
y el pasado –con todo lo que de él sabemos o no- nos construyó muro y frío
sin preguntar si era eso lo que queríamos.

Los días, así, amarrados al olvido o a un recuerdo que no remite con precisión a la caricia
se van engarzando como atadura y no como alhaja
mientras el castor hace diques de tintes infranqueables.

Promesas incumplidas

Se renueva la injusticia.
La visión encarece un esfuerzo al que las manos no están del todo acostumbradas. Un intento: se lavarán los platos por tres siglos buscando el verbo de familia que nos haría felices. Es un esfuerzo vano. En nuestro muro no mora el amor.
La iniquidad sumó sus renglones y de los ángulos surgen años que se perdieron al borde del alcohol o en los brazos equivocados.
También se llenaron planillas, se mató el hambre diario y se dio de comer a los malandras... esa es otra historia –lo verán más tarde-.

Así se desasosegó la vida. Y así se perdieron las últimas estribaciones. Mientras los días vienen con resuello de mortaja, no aparece, ni atando los cabos del paraíso, una soga que podría salvarnos del insulto.
Así intranquila, la acezante, nos convida a seguir agarrotados, midiendo con prudencia el aire de la casa; inclinados a pasar escondidos como yagunzos con vergüenza y mestizados por el duermevela de las promesas que no se pudieron cumplir.

jueves, 3 de febrero de 2011

Triunfante

Exterminados los amores, sus labios se fueron librando de aquellas antiguas ataduras para usar lo novedoso en arrugas.
El tiempo había estado pasando y nada pasaba más que las lánguidas angustias del mastodonte azuzando el pasado como un diamante oscurecido por óxidos.

El tiempo había pasado. Un siglo de su piel había muerto y no recuperaría ni un segundo útil para renacer o recargar en algo las baterías de la alegría.
No quedaba nada. No le quedaba ni la nada de lo que había sido un llanto por lo perdido, no había de dónde agarrarse para iniciar el arco de las lágrimas.

El telón, ese reproche del mostrarse despierto, anudó sus extravíos y se perdió con las sogas que sostenían el paraíso del fantasma.
El teatro –una uña en la tierra estéril- se desvaneció para nunca más volver. Y por fin, el padre silente y capataz dio su puntada final, triunfante.

Estamos perdidas

Allí va el gusto por la sal, los veranos;
las ganas de correr y no dar a torcer la austeridad de los nudillos.
Allí va la moldura de donde nacieron los hijos por las ramas
y el cauto muladar de nuestros codos.
Allí va el gusto por comer un helado simplemente
y no dar por ciertas las manoplas del auxiliar a cargo.
Allí va la robusta, la sonrisa desde la que miramos el halago del tango con sus gracias de salón camandulero.
Allí va y se instala el dolor como sueño, como dueño o como duelo y nos desampara y nos apiña
no vamos más
allí no nos reeditan ni nos hacen nacer nuevas.
Estamos perdidas.

martes, 11 de enero de 2011

5 partes de hoy

I

Un fantasma se me acerca,
se apoya en mi hombro resucitando la figura del pirata y me da
—conmovido por un tinte de violencia—
una sonda de aliento para que antes de explotar, mi odio sirva a las palabras.
El fantasma trae sus ojos de miope y el convencimiento de que la neutralidad muere con los mismos neutrales
y que esa impericia no puede pasarnos a nosotros, tan embarcados al dolor ajeno.
El miope sabía cómo debía escribirse para que el hoy no naufragara.
Era profundo y caviloso y yo lo amaba.
No tengo sus virtudes.
Soy de otra estirpe pero la injusticia me trepana.
Rindo a su memoria esta brizna de valentía y asumo que en mi alarde juego con su memoria
inalcanzable.
En su honor digo:
Ya no la justicia, una gota de cosas justas los desata:
aparecen los colmillos, las zarpas; se montan a sus robados privilegios y comienzan la faena:
Vienen de rapiña.
No soportan que todavía tengamos zapatos.
Nubarrones, tormenta que se desencadena y escupen sus discursos.
Salivan, se desatan.
No pueden parar.
Rastreros.
Alienados de causas pueriles.
Arrebatadores de todos los colores.
Reyes del complot.
Se desatan.
No pueden parar.
Negreros.
Finos esclavistas.
Estiletes genocidas.
Salivan, se desatan.
Vociferan.



II
Después de tener las uñas del frío;
después de haber hecho coincidir en mí todo lo sufrible de esta ciudad y sus mandones

viernes, 7 de enero de 2011

Se deviene cuerpo

...su cuerpo responde concienzudamente. Habrá que detenerse a escuchar y reubicarse.

Nada le gustaría más que entender este pasaje donde el infinito aparece acantilado / mostrando sus dientes.

De dónde le saldrá / saltamontes / para evitar el naufragio —esa vergüenza del morirse—
y él pueda, vela y todo, ser timonel / ola / de su estirpe, su mudanza.

Tal vez ya lo sepa y no pueda confesarlo / niebla / berrinche y nudo que se disolverán como el primer destete de su hijo, mansamente.

No soy yo

Algo suena a tambor. Algo conmueve.
Algo se nubla o llueve o duda o se perfila.
Algo tiene ojos de ombú o ramas o machimbre.
Algo hace calor o estrellas lunas.
Algo habla. Algo se mortifica.
Algo como ceja lo protege.
Algo tiembla y desencaja.
Algo armoniza o acorda o desata.

No soy yo. No es mi nombre.

La niña

Hoy que los planetas no se parten.
Hoy que el sol no está empañado,
una voz como de renglón rengo
flota en el vacío para ser llenada de consuelo.
La niña se puso los zapatos de la dama
y mientras prueba el baile
se le hunde la vista más allá de los lugares conocidos:
tiene la edad del muelle
y la luna
entera
se ofrece de vestido.

La luna conlleva

la luna conlleva
se arrastra intrascendente y deja una ola de sus vidas

es en esa revelación
o la noche
donde se oxida el trazo del insomnio
y es ahí también donde nacen los rebeldes
la electricidad encendida en los cuerpos
para que no pastemos de lleno
como vacas en descanso