Con la
muerte a mi favor y día a día, el invierno se construye.
Vengo de
una estirpe sin nobleza.
De un país
que no conozco y del que no se su nombre.
Tal vez mis
abuelos supieran nombrarlo.
Entonces,
las raíces se deshilachan.
De dónde
vengo.
Con la
muerte a mi favor me acerco a julio mirando series en continuado.
La sociedad
me dice que hay dos modos de quererla y no lo logro.
Fui a la
verdulería.
Encontré lo
que buscaba en el supermercado chino y airada de lágrima se resbalaba la idea
de un futuro precario.
El cordón
de la vereda me anunciaba el final del recorrido.
No había
carnaval en mi ceja.
No pude
hacer mi dibujo con rimmel por debajo de los ojos.
No escondí
mis ojeras.
Canté una
llovizna que arrullaba al trapito de la cuadra y me mordí los labios.
El día
estaba perdido.
El
vaticinio se cumpliría si no me atrevía a cambiar el camino a casa.