Quién eras,
quién seguís siendo.
Llueve en
sábado y tu cara se asoma a mis cejas con el aluvión de la sangre
una tu
sonrisa muestra apenas los dientes y no logro descubrir
dónde está
la mirada de la ley / la mirada del que ama.
Me
reconozco atada a tus muertos
rodeada por
los brazos de tu centro en el mundo y ahogada de tu medicina beatífica.
Algo
angelical suena a vulgata.
Algo
marcial también
y la sensación de estar siempre en el error me hacen caminar de
modo extraño.
Ahora lloro
como si fuera una nena enancada en el dolor de haberte fallado pero por qué.
Cuáles eran
las expectativas…
Mordaz, una
Irene claudicante se postra ante el pasado y gira vals edípico como en El
Padrino.
Sos Marlon Brando, sos el desordenador, sos el viernes por la noche,
sos el victimario.
Sos todos
los hombres de espalda ancha que he amado y atávica
renuncio a
la felicidad de pasar por el aro de fuego.
También sos
la columna que cae.
También sos
la columna que cae sobre mi espalda.
También sos
la columna que pisa la cabeza de mi hermano.
También sos
la mano que abraza al cruzar la calle.