Este cuerpo
adornado de todas las desdichas y las desprolijidades
es el lugar
donde alguna vez albergó la placidez y las pasiones.
Tiene un arco
que vuelve a ser mi madre y duele en su sonrisa de pájaro caído
buscando no morir
bajo sus propias balas.
Este cuerpo de
hoy se hizo día a día
con todos los rincones del hambre
con canciones
rutinarias y holgazanas y una modorra que venía a cuento de locura.
Este cuerpo de
hoy expulsa los encuentros
denosta los
abrazos y evita el amor sufriente y el feliz.
Ha venido
creciendo al ritmo de los bailes no bailados
los pasos no
dados y las palabras que repetí sin sentido.
Este cuerpo me
cobija
me deja cerca
de la teta que mamá apenas me dio y me la inventa –para mí sola, todo el
tiempo-.
Todo lo quiere
ya.
Todo lo
necesita.
Pide seguir con
sus rutinas ingirientes para no jugar al tenis con su futuro. Ve en todos lados
el acantilado final de los dudosos y masculla…
Este cuerpo
cobija las noches donde el amor de papá tenía nombre y se soltaba sobre la mesa
y no había duda y no había escarnio.
No había que
hacer nada más que mirar el Teatro de Gas del Estado y sentir que éramos
familia y todo estaba bien.
Este cuerpo de
hoy sufrió hombres enloquecidos que hicieron de él su quiosco de golosinas y
gozó de otros que encontraron en él su refugio, su hogar, su buenaventura.
Este cuerpo
apenas pudo conocerlos. Pasaron, pastaron, posaron y se fueron o los fue. Queda
el recuerdo de un placer y una pelea que no quiero repetir.
Este cuerpo de
hoy tiene murallas. Ha construido un cerco de adoquines desde donde no es
posible ver muchas cosas aunque las sepa.
Dio de comer a
un niño. Abrazó a tantos otros y se solazó con el placer de la vida que se
inicia.
Hoy no puede
doblarse, no baila y no camina. Apenas vuela los sábados de madrugada cuando
pone una película de amor y
se conmueve.