abandonada
a todos los nudos de la circunstancia
mi boca
que muchas
veces quiere decir y no dice
se abre
como buzón para encontrar el sabor que esté más cerca
la poesía
tirada como
si la hubiera querido hundir en el barro
anda
apareciendo por ráfagas pero no logra escribirse por mi mano
una
multitud de palabras
el brillo
que quedó del beso de la sobrina
la noche
enredada en el viento de Plaza Irlanda
el sonido
de los bombos
los ojos de
Ana…
todo me
atraganta
se
convierte en hielo irreverente que hiere con un ardor de silencio
¿desde hace
cuánto están callando mis manos?
por qué
dejé que la palabra se convierta en transparencia
dónde me
perdí
el cuerpo
se movía como si fuera fértil o esbelto
dos cosas
que no volverá a ser aunque se esfuerce
pero la
mano todavía puede diluir el nudo
el
entrevero
lo que
ciega y enluta días y noches con elecciones de dudosa procedencia
no sé
no entiendo
por qué dejo que gane la batalla
esta sorda
manía de no hablar
por qué
dejo escapar mis luces esporádicas pero regulares
y las
arrincono en un nudo inestable que pide llenar el envase de comida con la
intención –parece- de un posible desatarse
Febrero
2020, Irene Frydenberg