Un hombre habla de las canciones que no fueron vistas.
Se da una curva de intolerancia,
se da un murciélago que cree ver y una honda que no alcanza su piedra.
El cuerpo del volumen se silencia
y desde la presidencia de sus manos morirá un ángel.
No hay camino cuando el ave se ahorca.
No hay vías ni lunas de amarre
una leve ebullición de silencios
o una marca de esqueleto en las tumbas del paisaje...
Palabras que ensucian
palabras que intentan no decir que ya no habrá vuelo
que aquella mujer nos ha mentido mientras su hombre nos amaba
y una larga canción de cangrejos que yendo hacia el mar destruye la arena.
Después no queda nada.
Pavese no nos enseñó, o mejor, no hemos aprendido.
Una niña nos sonríe pero no hemos conquistado la felicidad.
Un niño nos pide un abrazo pero estamos agazapados.
El diario nos ataca con los nazis de siempre y no tenemos salida;
una vez más nos izan como lanzas y nos disparan con fuerza de locomotora para no dar en ningún blanco sino, solo, anudarnos nuevamente a la prehistoria del género.
Ya hemos vomitado. Ya nos hemos internado en hospitales carentes y nos han quitado los ungüentos para equiparar nuestras medicinas con placebos que se saben encantadores.
Una víbora de calambre nos inunda y nada nos distiende: somos víctimas.
…cuando vamos a hablar comenzamos nuestras frases con el dolor de saber que no habrá conclusiones.
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