domingo, 5 de julio de 2015

HAY UN SINATRA

Hay un Sinatra que entra por el verano y me despierta

esa voz –inconfundible- arma y desarma las palabras que el inglés no deja confundir

va al punto

ese sonido

y a dónde llega, da en el blanco.


Mecedora para el alma,

que se viste de luz mientras escucha para dar de comer a su mejor amigo integrándolo a la mesa.


Hay un Sinatra que se hace siesta de otoño en el colectivo que nos lleva al trabajo

paz de palacio vacío en mi oficina

y almohada para cuando camino por la ciudad a 39 grados centígrados

y suena

como si tomara de la mejor agua –miércoles 15 horas, verano, buenos aires, argentina-.


Hay un Sinatra que es de nuestra familia

duerme en mi dos ambientes y me acaricia cuando tengo miedo o cuando me ahogo al dormir

me sirve un whisky y es como yo quiero que sea mientras yo soy como quiero ser y nos miramos.


Hay un Sinatra que me cuida la garganta

a las cuatro y quince de la madrugada baja las revoluciones de mi ventilador de techo y me tapa –suave la sábana-

sube a mi cuello un caramelo de propóleo y me cuenta que David duerme tranquilo y que la ciudad ya comenzó a repartir colectivos a velocidad de abuelo con carraspera.


Hay un Sinatra que amo como a un padre que nunca falta cuando necesitamos sacarnos ese mechón rebelde de la cara que nos tapa un ángulo del paisaje.

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