viernes, 24 de diciembre de 2010

Caminaba

La naturaleza se ponía en evidencia:
siempre pensaba así cuando veía un camello.
Y así encadenaba sus apreciaciones y no desataba su visión del mundo.
Se enfrentaba, eso sí, con la belleza en ese estado de imposición y desenfado que tanto la seducía.


Iría a descubrir, alguna vez, un silencio de umbral o los cambios que la harían saltar hacia un lugar más feliz o definitivamente sórdido.


Mientras tanto se entretenía,
guardaba el agua en sus jorobas y salía a caminar.
El adoquinado de esta ciudad en martirio le parecía una suavísima melodía.

Sin conclusiones

Un hombre habla de las canciones que no fueron vistas.
Se da una curva de intolerancia,
se da un murciélago que cree ver y una honda que no alcanza su piedra.
El cuerpo del volumen se silencia
y desde la presidencia de sus manos morirá un ángel.

No hay camino cuando el ave se ahorca.
No hay vías ni lunas de amarre
una leve ebullición de silencios
o una marca de esqueleto en las tumbas del paisaje...
Palabras que ensucian
palabras que intentan no decir que ya no habrá vuelo
que aquella mujer nos ha mentido mientras su hombre nos amaba
y una larga canción de cangrejos que yendo hacia el mar destruye la arena.

Después no queda nada.
Pavese no nos enseñó, o mejor, no hemos aprendido.
Una niña nos sonríe pero no hemos conquistado la felicidad.
Un niño nos pide un abrazo pero estamos agazapados.

El diario nos ataca con los nazis de siempre y no tenemos salida;
una vez más nos izan como lanzas y nos disparan con fuerza de locomotora para no dar en ningún blanco sino, solo, anudarnos nuevamente a la prehistoria del género.

Ya hemos vomitado. Ya nos hemos internado en hospitales carentes y nos han quitado los ungüentos para equiparar nuestras medicinas con placebos que se saben encantadores.
Una víbora de calambre nos inunda y nada nos distiende: somos víctimas.

…cuando vamos a hablar comenzamos nuestras frases con el dolor de saber que no habrá conclusiones.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Si al árbol

Si al árbol se le diera por volar
mis uñas arrancarían su nube de la luna
y volverían ácidas
a herir lo que no mutó a relámpago.

Si el árbol lograra abrazar mi ira
yo saltaría
perdería piedras
y en la levedad
me daría a vivir los cajones cerrados.

Se cansa

La sangre ya se cansa.
Tanto bandolero se arrima que la cutícula modula y arranca
jirones del dedo no vivido y
otra vez en robo
la casa se desaprovisiona de calores.

La sangre ya se cansa.
Un salto de payaso se burla del vacío, agarra su panza y
en el temblor de sus grasas
ve amedrentada su sonrisa:
callo en la lengua entonces,
acantilado en los labios;
todo choca en ángulos y en ángulo muere.

La sangre detenida es eslabón
y es grillete.
Murió así el riñón de la suerte.

La sangre zarpó sin nosotros.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Por Alejandro

Desamorada la puerta,
no se imagina el pedido ni lo advierte.
Sus ojos tienen un reclamo y dos pasados.
Algo sonó a brillo
en sus labios
pero fue nada.

Desamorada la puerta no lo retiene
siempre lo está dejando afuera cargando con la distancia.
Ahora que lo pienso es demasiado bello para mi pulsión.
Sus labios son demasiada mordida.

martes, 7 de diciembre de 2010

La amante de Onetti

La amante de Onetti sonríe... es caricia de su alochol y arrastra
-escondida en el bolsillo- la imagen de Vargas Llosa abrazado a su alianza.

Yo no sé, cada tanto Onetti vuelve a mí
y se recuesta fuera de la lectura y me empuja a escribir:
es un arma que mucho no ajusté pero que sale
y apunta
y sangra.

A veces, y con D. Juan Carlos acuestas, hago todo como bramido aún y a pesar de que sus palabras -en la entrevista- sonaban a seda...
sonaban a tiempo estirando lazos
y al gusto de los labios repitiendo in eternum la pausa del que piensa
y no le importa.